lunes, 3 de octubre de 2011

LOS GRIEGOS... ¿POBRECILLOS?

Altar - Museo de Pérgamo (Berlín)


Xavier Antich - La Vanguardia


Habría que recordar todo lo que Europa, y con ella el mundo occidental, debe a la cultura griega.

Los griegos nos dieron la razón y estamos en deuda por ello. Aristóteles fue el primero que expresó el sentido de por lo tanto. Usamos este término millones de veces cuando tomamos nuestras decisiones más importantes. ¿Es hora de que empecemos a pagar por ello? Cada vez que usemos la expresión por lo tanto pagaremos diez euros a Grecia, y así la crisis se acabará en un día y los griegos no tendrán que vender el Partenón a los alemanes. Tenemos la tecnología necesaria para detectar todos estos por lo tanto en Google. Podemos cobrar a través del iPhone. Cada vez que Angela Merkel diga a los griegos 'Les hemos prestado dinero, por lo tanto tienen que pagar intereses', ella pagará antes derechos de autor".

Tal vez recuerden estas declaraciones del cineasta Jean-Luc Godard en julio pasado, que fueron despachadas, demasiado apresuradamente, como una boutade. Es cierto que son unas palabras enfáticas, incluso hiperbólicas, pero a veces hay que exagerar las cosas para que la desmesura de la realidad adquiera su justa medida. Ahora que Grecia vuelve a estar en el ojo del huracán, o de la diana, y ahora que cualquiera se cree autorizado para dar lecciones a los griegos, ¡pobrecillos!, quizás no sea inoportuno recordar la hipérbole de Godard para refrescar alguna evidencia. La primera: todo lo que Europa y, con ella, el mundo occidental, debe a la cultura griega. Pues, en buena medida, somos lo que somos porque ellos y su cultura nos hicieron así. Se habló mucho, con ocasión de los debates en torno al preámbulo de la Constitución europea, sobre si debía figurar o no la mención a las raíces cristianas de Europa. En ningún momento se discutió seriamente la oportunidad de citar las raíces griegas, cuando, en realidad, la herencia griega ha formateado nuestra propia manera de pensar y de hablar y ha inspirado todo lo que tiene que ver con la ciencia, el pensamiento, la literatura y las artes. Casi nada, ¿no?

Viene todo esto a cuento porque acaban de llegar a las librerías tres libros extraordinarios cuya lectura puede restituir, por sí sola, la dignidad a una cultura que hoy vemos, como a Papandreu, arrastrarse a los pies de la troika que, con Angela Merkel al frente, decide el ritmo de nuestras vidas. Son, como tal vez imaginen, aunque hablen de cosas de hace veinticinco siglos, o más, las mejores lecturas de actualidad que estos días pueden acompañarles.

El primero, De Tales a Demòcrit. El pensament presocràtic (Edicions de la ela geminada), es un acontecimiento editorial de dimensiones históricas: la edición en un volumen bilingüe, catalán y griego (¡casi novecientas páginas!), de la totalidad de los fragmentos filosóficos escritos por los pensadores griegos anteriores a Platón, además de una muy completa colección de testimonios sobre sus escritos y sus vidas. Para los que estudiamos filosofía, es lo más parecido al Antiguo Testamento, y es conocido por el nombre de sus dos compiladores de referencia: Diels Kranz. El libro tiene un doble valor: por una parte, permite asistir a las primeras elaboraciones conceptuales de la filosofía occidental a la hora de dar respuestas no religiosas a los primeros enigmas que plantea el mundo. Elaboraciones fragmentarias, pues sólo han llegado hasta nosotros piezas de un rompecabezas fascinante y esplendoroso. Por otra, dignifica la lengua catalana como lengua de reflexión y salda una deuda histórica.

El segundo es un estudio deslumbrante sobre una de las figuras más apasionantes de la Grecia clásica: Pitágoras, que no dejó escrita una palabra, pero cuya aportación será esencial para el pensamiento occidental. Se trata de las Vidas de Pitágoras (Atalanta), un libro firmado por David Hernández de la Fuente, que ha restituido el papel del que pasa por ser el fundador de las matemáticas, la astronomía y la música a su dimensión religiosa en el seno del chamanismo griego. Un libro fundamental, delicioso, inagotable, y que contiene, además, varios libros en uno (por el mismo precio).

Finalmente, el tercero es el que va más lejos en el tiempo, hacia atrás. El origen salvaje. Ritos de sacrificio y mito entre los griegos (Acantilado), del grandísimo Walter Burkert, que hace casi lo imposible: presentarnos el contexto en el que germinó la tragedia griega y la imaginación fabuladora de los mitos olímpicos hasta hacer, con ello, que nunca más volvamos a verlos como los habíamos visto hasta antes de leerlo a él. Burkert consigue mostrar el trasfondo ritual de violencia y sangre en el que los mitos surgieron, como algo muy diferente a lo que, con el tiempo se convertirían, una especie de cuentos recurrentes de la cultura occidental. De golpe, todo se convierte en un espectáculo vivísimo y deslumbrante, pero también cruel. Y, de paso, nos ilustra hasta qué punto la violencia no es lo opuesto a la civilización y el orden, sino sobre todo su fundamento y presupuesto.

Si hacen caso de las recomendaciones, tienen para unos días de placer intelectual y de alimento estético. Los griegos... ¿pobrecillos?

Hoy que tanto hablamos del retorno social de las prácticas artísticas y culturales, habrá que empezar a cuantificar los beneficios del legado griego. Y, para empezar, estaría bien que Merkel fuera pensando, con las entradas que cobran del Pergamon Museum de Berlín, que custodia el expolio del altar de Pérgamo y otras maravillas helenas, en abrir una cuenta de restitución a Grecia. Y, detrás de los alemanes, que empiecen a ponerse en fila todos los demás, que empieza la fiesta. Pero de verdad.